Cartas para Alguien que Ya No Vuelve

No te conozco, pero te entiendo. No sé si anhelo lo mismo que tú, o si solo me estoy acercando al mismo abismo con otro nombre. Llamaste a la muerte tantas veces que agotaste los lenguajes del dolor. Y ahora que intento decir lo que siento, me doy cuenta de que tú ya lo escribiste todo. ¿Por qué me parezco tanto a ti, Pizarnik, sin haber compartido ni tiempo ni historia? Hay algo tuyo en mí que no se explica, una herida heredada en forma de palabras. Te fuiste, y ya no sabes volver. Pero yo sigo leyendo tus silencios como quien busca una respuesta que no quiere escuchar.

Y me duele, ¿sabes?, me duele que no hayas escuchado lo que te dijo tu amigo, Julio: “Te quiero viva, tonta”. Solo eso. Tan simple, tan honesto, tan real. Pero tú ya estabas en tu mundo, ese que dolía tanto, ese donde nadie podía alcanzarte. Ya querías irte, y no dejaste que esas palabras te detuvieran. A veces pienso que no fue la muerte la que te llevó, sino la falta de un lugar donde quedarte.




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