Justo a Tiempo

Nunca pensé que aquello que tanto rechazaba sería mi salvación. No quise ver lo que Jesús podía hacer por mí, y arriesgué todo… pero nada funcionó. A pesar de que yo no quería saber nada de Él, Él siguió insistente, como un león cuidando con ternura a un cordero. ¿Dónde estaba yo? ¿Por qué era tan ciega ante tanto amor? Él hizo el más grande acto de amor por mí, y yo no lo vi. Nada de este mundo llenaba mi corazón, y aun así, no volteaba a mirarlo. Pero Jesús fue tan paciente… Me atrajo con cuerdas de amor tan fuertes y dulces que no me pude resistir. Cuando toqué fondo, Él estaba ahí. No me juzgó, no me señaló, no me condenó. En lugar de lanzar la piedra, me abrazó y nunca más me soltó. Me dio justo lo que necesitaba: amor, perdón, identidad y felicidad. Me aceptó tal como soy, olvidó mi pasado, sanó mis heridas. Ese es Jesucristo, el Hijo de Dios, y gracias al Espíritu Santo que Dios envió, ahora puedo decir que soy feliz de verdad.



Comentarios

Entradas populares de este blog

El escape mi ser

¿Y si el Amor No Es, Solo Parece?

Un Minuto Más